BIENVENIDOS !!! AULAS SOLIDARIAS ES UN BLOG EN EL QUE PODRÁS JUGAR, APRENDER Y SOBRE TODO COMPARTIR... LA IDEA ES MOSTRARTE MIS PROYECTOS ESCOLARES, IDEAS, IMAGENES, TRUCOS, JUEGOS, ENLACES EDUCATIVOS,VIDEOS, Y TODO TIPO DE ACTIVIDADES QUE SE REALIZAN EN LA ESCUELA, ESPECIALMENTE EN PRIMER CICLO... ESPERO LO DISFRUTES!!!

CUENTOS




"UNA PROMESA ES UNA PROMESA..."

Esta es la historia de un duendecito llamado Jim, que a pesar de ser amable, alegre y juguetón, se fue quedando sin amigos, ¡vamos! ¡ni siquiera lo quería mirar el sol! Y es que a Jim le encantaba hacer promesas por doquier; daba su palabra por acá, por allá, por ahí y también por aquí.
Ocurrió un día que iba a haber una gran fiesta en el bosque para celebrar el cumpleaños de los grandes robles ¡cumplían trescientos añitos nada más! Y el bosque entero, con todas sus criaturas (las mágicas y las que no lo son) se estaban organizando para la gran celebración. Y entre tanto barullo sobresalió la voz de Jim, que de inmediato se puso a prometer que llegaría primero que todos para adornar el bosque entero, y que también hornearía el pastel, prometió además que luego de la fiesta él iba a limpiar todo y a lavar los trastos, incluso le prometió a todas las duendecitas que bailaría con ellas al menos una vez. Habiendo dicho eso los habitantes del bosque quedaron sorprendidos, y tomando la palabra del duende quedaron muy seguros que la fiesta sería grandiosa y de lo más divertida. Pues llegó por fin el tan esperado día del evento; pero cuando fueron llegando todos los invitados se desilusionaron enormemente, porque el bosque se veía como siempre se ve, no había guirnaldas de flores, ni faroles de colores, no había serpentinas, ni mantelitos, no había ni una sola decoración, todo estaba en silencio total. Y los distinguidos festejados se veían con sus hojitas tristes, pues de verdad esperaban una gran fiesta para celebrar que habían sido ellos los fundadores de aquellos bosques; así que de inmediato todos los demás, desde pequeñas luciérnagas y hadas hasta los trolls y las ardillas comenzaron a trabajar a toda prisa para adornar el lugar. Pero luego notaron que ni siquiera tenían el pastel de cumpleaños para festejar, y todos sabemos que un cumpleaños sin pastel con velitas encima es muy triste, porque se supone que uno puede pedir un deseo que se hará realidad, y sin pastel y sin velitas los grandes robles no podían pedir su deseo, así que su hojitas se pusieron todavía más tristes. Pues así tristes estaban todos, porque hornear un pastel tan grande no era cosa fácil ni rápida y tardarían toda la tarde, y cuando llegaron las duendecitas, con sus vestidos de pétalos fragantes notaron que no había fiesta, ni música, que todos estaban tristes y molestos y sobre todo notaron que el duendecito Jim no aparecía por ningún lado, y las duendecitas, que estaban todas ilusionadas por bailar con Jim, también se sintieron tristes y enojadas, y al ver eso, los grandes robles no pudieron más y se soltaron a llorar, porque la fiesta no era alegre, ni divertida, y todos tenían las caritas fruncidas, y algo muy dentro del bosque comenzó a temblar, comenzó a resquebrajarse, sonaba como un montón de galletas rompiéndose a la mitad ... y, en efecto, algo se había roto por la mitad ... ¡ERA EL CORAZÓN DEL BOSQUE! ... Al escuchar aquel estruendo Jim despertó de la siesta que estaba tomando en lo profundo de los pétalos de un dulce tulipán, y salió corriendo a ver que ocurría, y cuando llegó al bosque notó que todos los árboles estaban partidos por la mitad, que todas las hadas, los duendes, los trolls, las aves, los colibríes y todos los demás estaban tristes, enojados y nadie quería hablar con él. “¡PERDÓN! ¡PERDÓN!” –gritaba Jim– pero ya nadie lo quería oír, el corazón del bosque estaba roto, y también el corazón de sus amigos, porque Jim les había prometido muchas cosas y ninguna la había cumplido, y es que Jim no entendía que al hacer una promesa, no sólo se dicen palabras, en una promesa se entrega la confianza, de quien la hace y de quien la cree, en una promesa se entrega el alma, se da la amistad y el cariño, con una promesa uno dice “te quiero” “ me importas”, en una promesa se da también el honor, se entrega nuestra palabra ¡una promesa es una promesa! ¡No es cualquier cosa! ¡No es una baratija! Una promesa no es algo que se puede echar a la basura, el duendecito Jim no entendía que una promesa que no se cumple abre una herida, una promesa vacía va rompiendo el corazón de a poquito y lo deja un poco desilusionado, vacío y dolorido. Pero al ver todo lo que había causado, el duendecito Jim sacó de su sombrero un trébol de cuatro hojas, lo frotó en sus manos y salió un gran arco iris que remendó el corazón del bosque y lo llenó de color, y al final de aquel mágico arco iris no había una olla con monedas de oro, sino un enorme pastel de cumpleaños con trescientas velitas encendidas para que los grandes robles pudieran pedir su deseo, y con el arco iris llegaron las musas, que de inmediato comenzaron a tocar hermosas melodías y trajeron de vuelta la sonrisa a todas las criaturas del bosque y tuvieron la fiesta que tanto querían, porque Jim, el duendecito, lo había prometido, y también prometió no volver a romper otra promesa nunca más, pues ahora sabía lo que significaban en verdad. Y así pasaron toda la noche festejando y bailando todas las criaturas del lugar, mientras Jim se arremangaba la camisa ¡pues tenía muchos trastos que lavar!
Fin

EL ÁRBOL MÁGICO (  buenos modales y educación)

Cuento: La ratona que no sabía ladrar
(Empatía )
En la orilla de una granja vivía una familia de ratones integrada por los padres y dos hijos. Una mañana de verano salieron a un día de campo. Los dos hermanitos ratones pidieron permiso a sus padres para ir a jugar un poco más lejos. La señora les dijo que sí pero les recomendó:

—Tengan mucho cuidado, porque por allí anda un gato.
—¿Un gato? ¿Qué es eso? —preguntaron los hermanos.
—Un animal grande con bigotes —respondió el padre mientras veía irse a los pequeños.
Los dos ratoncillos se alejaron llenos de curiosidad por conocer a ese animal bigotudo, pues jamás lo habían visto.
—Me muero de ganas de verlo para divertirme con él —dijo la niña ratona.
Andando andando llegaron hasta la cerca y del otro lado alcanzaron a ver al felino. Éste se acercó y comenzó a mirarlos sin intención de hacerles daño.
A los dos hermanos el gato les pareció muy chistoso y comenzaron a burlarse de él, simplemente porque era distinto a ellos. Lo que más les divertía eran sus bigotes y sus orejas paradas.
—Gato flaco, gato flaco, voy a darte para un taco —le decían entre carcajadas.
El gato no se movía y sólo los veía fijamente, poco a poco se estaba enfureciendo. De repente, intentó saltar la cerca para ir sobre los ratones. Sin embargo, no lo logró y cayó como un pequeño costal. Los ratoncillos lloraban de la risa.
—Mira cómo temblamos, mira cómo temblamos —lo desafiaban.
Pero el minino no se quedó conforme. Intentó saltar una y otra vez hasta que lo logró y empezó a corretearlos. Muy asustados, los ratoncillos se desplazaban a toda velocidad hasta que llegaron donde estaban sus padres.
—¡Papá, mamá, corran, porque el gato viene para acá y nos va a comer! —gritaron a coro.
Mamá ratona tenía mucho miedo pero decidió hacer algo para salvar a su familia. Se paró de manos, esperó al gato y cuando éste llegó lo miró a los ojos. Parecía que en cualquier momento el gato daría el zarpazo para atraparla, pero entonces ocurrió algo sorprendente. Mamá ratona tomo aire y empezó a ladrar como un feroz perro:
—¡Guau, guau, guau!
Muy asustado, el gato salió corriendo de allí y la familia de ratones quedó a salvo.
Ya en la noche, cuando todos estaban descansando en sus camas mamá les explicó:
—¿Ya lo vieron? Nunca tenemos que reírnos de las diferencias, sino saber reconocerlas. Si no se hubieran burlado del gato él no les habría hecho nada. Y lo que nos protegió en esta ocasión fue mi conocimiento de los perros. Recuerden que aprender el lenguaje de los demás y respetarlos puede salvarnos la vida.
                                                —Cuento folclórico cubano
Misterio en la Casa de los Azulejos(Honestidad)
En el centro de la Ciudad de México existe todavía una espléndida mansión colonial, cuya fachada está cubierta de brillantes azulejos. Esta casa fue residencia de los Condes de Orizaba, distinguidos nobles de la Nueva España.
    
La casa brillaba en las noches de fiesta, cuando acudían las personas más notables de la ciudad para exhibir sus mejores galas. En una ocasión se celebró la más fastuosa de todas, con motivo del cumpleaños del Conde. Los invitados comenzaron a llegar desde temprano y se dispusieron en las sillas aterciopeladas del recinto. Un ejército de sirvientes les ofrecía exquisitos bocadillos y finos licores en copas de cristal cortado. En el salón más amplio, iluminado con candiles, un conjunto de músicos invitaba a la danza y en el centro la hermosa Casilda Castañiza bailaba una danza ágil y graciosa.
    
Feliz por el desarrollo de la fiesta el Conde andaba de acá para allá y, secretamente, entraba a la cocina para darle sus buenos tragos a una jarra de pulque que le habían traído de Apan. En una de esas vueltas observó su cómoda de palo de rosa y notó algo inquietante: faltaba un precioso reloj esmaltado con piedras finas, una de las herencias más valiosas de su familia. “¡Me lo robaron!” pensó de inmediato.

    
Entre enojado y sorprendido, el conde pensó que el ladrón era uno de sus invitados que bien había podido esconder el reloj entre sus prendas. Envalentonado por el refrescante curado de guayaba con apio que había estado disfrutando toda la tarde se colocó en la gran escalinata del salón, pidió a los músicos que callaran y dijo a sus invitados: “Señores y señoras. Yo sé que la están pasando muy bien, pero he sufrido una gran pérdida y necesito remediarla. Ha desaparecido el valioso reloj que el rey Felipe V le regaló a mis antepasados.”

La concurrencia lo miró con una mezcla de curiosidad y disgusto y el conde siguió hablando: “Como ustedes pueden ver, faltan cinco minutos para las doce y a esa hora sonará la alarma del valioso reloj, desenmascarando a quien trató de sustraerlo de mi mansión. Les propongo que, para evitar el bochorno de descubrir y exhibir a tan acabado ratero, cerremos todas las puertas, apaguemos todas las luces y pidamos al pillo que deje el reloj en el mismo lugar donde lo halló.”
    
Así se hizo. El salón se convirtió en una galería de sombras y murmullos. La ansiedad llegó a término cuando se dio la instrucción, los sirvientes encendieron las luces y todos vieron que el reloj se hallaba de nuevo en su sitio. Faltaba un minuto para las 12… pero cuando llegó la hora el reloj no sonó. “El reloj no tiene campana —explicó el conde riendo— ¡Que siga la fiesta!”. Uno de los allí presentes no cabía en sí de tanta furia.
—Adaptación de una leyenda colonial incluida en el libro Amores y picardías de Artemio de Valle Arizpe.

Para reflexionar
  • ¿Piensas que la hospitalidad puede corresponderse con un robo?
  • ¿Crees que el ladrón fue uno de los sirvientes o uno de los invitados?
  • ¿Qué te parece la estrategia que usó el conde para recuperar su objeto perdido?
  • ¿Cuál de todos tus objetos aprecias más? ¿Cómo lo cuidas?


Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas

Autor.. Pedro Pablo Sacristan
EL  GRAN  PALACIO  DE  LA  MENTIRA

Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.

JAMINA, LA JIRAFA CURIOSA (para trabajar derecho a la intimidad)


En la selva de Chin Pum, todo era paz y alegría hasta que llegó Jamina. Jamina era una jirafa altísima, con el cuello largo y flexible como un bambú, que apareció un día cualquiera para acabar por enfadar a todos, pues era el animal más curioso e indiscreto que nadie había conocido, y gracias a su altura no había guarida o nido de animales que escapase a sus miradas.
Todo lo miraba y todo lo contaba, irritando a cuantos allí vivían, hasta que consiguió poner a todos de acuerdo para darle una lección.

Por aquella época el gran Manuato, el mono más importante, decidió trasladarse a unas antiguas ruinas, y arregló todo aquello para que fuese la casa más acogedora. Jamina no pudo contener su curiosidad, y disimuladamente una noche se acercó a la ventana. Por ella pudo ver al mono el tiempo justo para ver cómo salía de la habitación, así que le siguió hasta otra pequeña estancia, pero tampoco llegaba a ver bien, y tuvo que seguirle con la cabeza por uno de los pasillos, y luego otra habitación, y luego otra.... Hasta que Jamina no pudo seguirle más ¡Manuato había dado tantas vueltas, que la jirafa tenía ahora un enorme enredo en su largo cuello!
Entonces todo el resto de animales, conocedores del engaño, aparecieron para hacer ver a la arrepentida jirafa lo irritante de su comportamiento. Y ante la vergüenza que ella misma sintió, decidió que a partir de entoces dedicaría su largo cuello a cosas más útiles que tratar de avergonzar a los demás.

LA CUEVA TENEBROSA
Había una vez un pueblo en el que lo más temido era perderse de noche y acabar en la "cueva tenebrosa". De aquel lugar no había vuelto nadie, y cuando alguien se perdía por allí lo último que se oía era un gran grito de terror y luego unas enormes risotadas.
La gente del pueblo vivía aterrorizada ante la posibilidad de que el monstruo un día abandonara la cueva, y llenaban la
entrada con regalos y comida que al poco desaparecían. Un día llegó por aquella zona un joven a quien la situación pareció tan injusta, que decidió entrar a la cueva y enfrentarse al monstruo. EL joven pidió algo de ayuda, pero todos eran tan miedosos que ninguno se acercó lo más mínimo a la entrada de la cueva.
Entró en la cueva alumbrándose con una antorcha y llamando al monstruo, dispuesto a hablar con él y explicarle la situación. Al principio el monstruo rió largo rato, lo que el joven aprovechó para acercarse según le oía más y más alto, pero luego se calló, y el chico tuvo que seguir caminando sin saber a dónde, hasta que llegó a una grandísima caverna. Al fondo le pareció adivinar la figura del monstruo, y en cuanto se acercó un poco, sintió un fuerte golpe en la espalda que le empujó hacia adelante, hacia un agujero en la roca que no pudo evitar, y cayó. Sintiéndose morir, lanzó su último grito, y fue entonces cuando oyó las grandes risotadas.
"vaya, creo que me ha devorado el monstruo", se decía mientras caía. Pero según iba cayendo, sintió música, y voces, y más claridad, y cuando dejó de caer y fue a parar contra un suelo blando, oyó un grito unánime: "¡¡sorpresa!!, y sin creérselo, se encontró enseguida en medio de una gran fiesta.
Allí estaban todos los que nunca habían vuelto al pueblo, y le explicaron que aquel lugar era idea de un antiguo alcalde del pueblo, que trató de hacer grandes cosas y no pudo por el miedo que siempre tenían sus vecinos, y que cansado de aquella vida de miedo, había inventado la historia del monstruo para demostrarles el poco sentido que tenía su actitud.
Así que allí se quedó en joven, disfrutando de la fiesta en compañía de todos aquellos que se habían atrevido a acercarse a la cueva

¿Y en el pueblo? En el pueblo aún siguen pensando que la cueva tenebrosa es el peor de los castigos...


Autor.. Pedro Pablo Sacristan


EL PAYASO  DESCUIDADO
Había una vez un payaso llamado Limón. Era muy divertido, pero también muy descuidado, y con casi todo lo que hacía terminaba rompiéndose la chaqueta, o haciéndose un agujero en el calcetin, o destrozando los pantalones por las rodillas. Todos le pedían que tuviera más cuidado, pero eso era realmente muy aburrido, así que un día tuvo la feliz idea de comprarse una máquina de coser de las buenas. Era tan estupenda que prácticamente lo cosía todo en un momento, y Limón apenas tenía que preocuparse por cuidar las cosas.
Y así llegó el día más especial de la vida de Limón, cuando todos en su ciudad le prepararon una fiesta de gala para homenajearle. Ese día no tendría que llevar su colorido traje de payaso, ese día iría como cualquier otra persona, muy elegante, con su traje, y todos hablarían de él. Pero cuando aquella noche fue a buscar en su armario, no tenía ni un solo traje en buen estado. Todos estaban rotos con decenas de cosidos, imposibles para presentarse así en la gala.
Limón, que era rápido y listo, lo arregló presentándose en la gala vesido con su traje de payaso, lo que hizo mucho gracia a todos menos al propio limón, que tanto había soñado con ser él por una vez el protagonista de la fiesta, y no el payaso que llevaba dentro...

Al día siguiente, muy de mañana, Limón sustituyó todos sus rotos trajes, y desde entonces, cuidaba las cosas con el mayor esmero, sabiendo que poner un remedio tras otro, terminaría por no tener remedio.